jueves, 20 de enero de 2011

¿Dónde está el cine mexicano?

Cinco días sin Nora



El violín



El cine mexicano, bueno o malo, llega raramente a las pantallas. Se producen cada año pocas películas y son menos todavía las que son proyectadas en las salas de nuestro país.


Solamente 54 películas mexicanas se estrenaron en 2009, 42 de ellas con apoyo económico del gobierno, éstas apenas rebasaron los 10 millones de espectadores cuando en ese año 307 películas fueron exhibidas en las salas oscuras con un total de 180 millones de boletos vendidos. Esto significa que solamente un espectador de cada 18 prefirió ir a ver una cinta nacional. ¿Será tan malo el cine mexicano para tener tan poca difusión y ahuyentar a tantos cinéfilos?

Hay que reconocer que la industria cinematográfica nacional padece de un problema estructural. En un momento dado del largo proceso de producción de un largometraje se rompe la cadena creativa y todos los esfuerzos se vienen abajo por falta de apoyo, de dinero, de difusión. Muchos creadores se quedan haciendo cortos, unos con ideas novedosas e indiscutible talento, sin poder dar el paso hacia el primer largometraje.

Tomemos un ejemplo: un joven creador, guionista o director, cuenta con un proyecto sólido e innovador, logra establecer relaciones en el medio de la producción cinematográfica y obtiene así apoyo económico, privado o público. Se rueda la película, que resulta ser una obra de calidad y un éxito crítico, llevándose varios premios en festivales nacionales e internacionales. Haciendo de lado unas rarísimas excepciones, lo más seguro es que esta película se estrene en muy pocas salas mexicanas y que sea vista por un número infinitesimal de espectadores.

Los ejemplos abundan: El violín es una película inteligente y conmovedora cuyo protagonista, don Ángel Tavira, se llevó el Premio al Mejor Actor en la sección Una Cierta Mirada en Cannes. Asimismo, cada uno de los tres largometrajes de Carlos Reygadas ha sido seleccionado en el Festival de Cannes, el último de ellos, Stellet licht (Luz silenciosa) ganó el Premio del Jurado en 2007. Lake Tahoe y Desierto adentro son otros dos ejemplos de éxitos críticos mundiales del año pasado que no atrajeron más de 30 mil espectadores. El año pasado, Cinco días sin Nora ganó premios en Guanajuato y Morelia pero también en Canadá, Estados Unidos, Cuba, Rusia, España, Argentina, Japón y Francia, sin embargo, en México, sólo 29 mil personas acudieron a ver esta película divertida y sensible, con un elenco formado de actores y actrices conocidos y reconocidos.

Claro que estos títulos forman parte de lo que se conoce como cine de arte y que no pueden atraer a tantos espectadores como Rudo y Cursi o la taquillera Otra película de huevos y un pollo. Sin embargo, se puede apoyar de manera lucrativa a proyectos sólidos, sin que las películas sean necesariamente difíciles de abordar. En 2008, los éxitos públicos de películas como Arráncame la vida o La misma luna (una coproducción con Estados Unidos) comprobaron que el cine mexicano también puede ser rentable: las dos cintas recaudaron 75 millones de pesos en taquilla.

A pesar de ello, los grandes complejos cinematográficos muestran una fuerte tendencia a reducir los espacios reservados al cine nacional y al cine de arte. En nuestra ciudad, por ejemplo, la sala Otro enfoque del Cinépolis Centro ha desaparecido. La cartelera de la semana pasada en Morelia habla por sí misma: ninguna película mexicana, ninguna siquiera en un idioma que no fuera el inglés. Entre ellas, Mi nombre es John Lennon y Una propuesta atrevida con Julianne Moore y Liam Neeson son las únicas dos que podríamos considerar cine de arte, en el sentido que proponen algo diferente a los enésimos Harry Potter o Crónicas de Narnia, que suelen monopolizar las salas en esta época de vacaciones.

El oligopolio de los distribuidores y de las cadenas de exhibición de cine en México les ha permitido manejar la difusión del cine nacional como quieren: escogen pocas películas mexicanas, las cuales se muestran en escasas salas y quitan de la cartelera cualquier película que no haya llenado las salas en su semana de estreno. Estas empresas gigantescas han podido también tomar a los espectadores como rehenes subiendo el precio de los boletos de manera usurera: entre 2000 y 2010, el precio promedio ha subido en un 75 por ciento (de 28 a 50 pesos) y casi en un 25 por ciento en los dos últimos años.

Estas estructuras deficientes del cine nacional suelen provocar una fuga de talentos. ¿Será una coincidencia que los jóvenes creadores mexicanos más talentosos se expatríen para grabar sus películas? Después de una primera película exitosa en México, los que se consideran hoy como los más influyentes del cine mexicano (Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu) filmaron su segunda película en Estados Unidos y casi no han vuelto a grabar en su país, prefiriendo las ofertas del cine estadounidense o español.

El problema reside no solamente en la distribución, sino también en el apoyo a la producción. En 2006 fue implementado el EFECINE conocido como artículo 226, un estímulo que permite dar un 10 por ciento del ISR a las producciones cinematográficas. Esta ley permitió recaudar fondos para el 80 por ciento de las películas hechas en 2009. Desgraciadamente, por cuarto año consecutivo, el gobierno federal ha reducido el apoyo a la cultura, este año por más de un 25 por ciento y el IMCINE, así como el EFECINE, son de los más afectados. Eso significa menos películas producidas, y más cineastas y técnicos del cine desempleados.

¿Dónde están ahora las películas mexicanas? Muchas veces se quedan en las mentes o en los guiones de creadores frustrados, otras en las manos de unos pocos suertudos. Las podemos encontrar en festivales internacionales o en DVDs piratas, pero raramente en las salas oscuras. Sin duda, el cine mexicano merece mejor trato.


Publicado en Letras de Cambio el 19 de diciembre 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario