viernes, 14 de enero de 2011

Distopías en el cine: el peor de los mundos

La Naranja mecánica




La Jetée




El género de ciencia-ficción apocalíptica está cada vez más presente en las pantallas estos últimos años. ¿Será el reflejo de una sociedad enferma y preocupada por su futuro o simplemente fantasías hechas para vender?


Tanto en la literatura como en el cine, la distopía se impuso como un género de mayor importancia a principios del siglo XXI. La carretera, Watchmen: los vigilantes, Soy leyenda, Ceguera, Exterminio, Distrito 9, V de vendetta, la serie de los Resident evil, Avatar y Los niños del hombre –esta última, del mexicano Alfonso Cuarón-, son algunas de las cintas distópicas que se estrenaron durante los últimos cinco años. Hasta películas de animación cómo Wall-E o Nueve retratan un planeta sin o con pocos humanos, obviamente, resultado de una destrucción parcial o total de la Tierra por la propia especie humana.

La distopía apareció a los finales del siglo XX, con H.G. Wells como pionero, y se desarrolló de manera exponencial a partir de los años 30, haciéndose aún más popular después de la Segunda Guerra Mundial. Ante un mundo que había presenciado uno de los episodios mas horríficos de su historia, autores de anticipación empezaron a preocuparse por el porvenir de la humanidad, criticando el mundo moderno que tomaba forma ante sus ojos y mostrando el miedo que les inspiraban los nuevos totalitarismos capitalistas y comunistas.

Las obras de Aldous Huxley, George Orwell, Isaac Asimov, Anthony Burgess o Pierre Boulle, entre otros, han sido adaptadas a la pantalla grande. El director de Los 400 golpes, François Truffaut dirigió en 1966 y por primera vez fuera de Francia, la película Fahrenheit 451, basada en la novela de Ray Bradbury. En esta cinta los líderes del mundo quieren destruir toda forma de cultura, quemando todos los escritos de la humanidad para poder controlar a los ciudadanos. Blade Runner de Ridley Scott o THX 1138 de George Lucas, a pesar de ser previsiones irrealistas para los próximos años, son otros planteamientos de sociedades futuristas disfuncionales que nos permiten tener un ojo crítico hacia nuestro mundo.

Cuando el destino nos alcance (1973) propone una hipótesis mucho más realista: en 2022, el mundo estará sobre poblado, habiendo escasez de agua y un solo tipo de alimento, el famoso soylent. A pesar de esta situación, como siempre en la historia de la humanidad, una minoría mantiene el control político y económico sobre la multitud: mientras la mayoría lucha por su supervivencia alimentaria, esos pocos comen carne y verduras.

Algunas distopías se convirtieron en obras maestras del séptimo arte: la primera película de ciencia-ficción de la historia del cine, El viaje a la luna de Georges Méliès, describe en 1902 la primera guerra de los mundos, entre los selenitas y los astrónomos que llegaron a la Luna. Otra obra del cine mudo, Metrópolis de Fritz Lang, se considera el filme cumbre del expresionismo alemán, grabada en los años 20 cuando Alemania vivía su peor crisis económica.

La jetée (1962), fotonovela cinematográfica de 28 minutos en blanco y negro del francés Chris Marker, retrata un mundo devastado por la Tercera Guerra Mundial, en el cual los sobrevivientes, que tienen que habitar en el subsuelo, deciden mandar a uno de ellos al pasado con el propósito de recaudar información que permita mejorar la situación actual de los humanos. Esta joya narrativa y estética inspiró El último combate, primera película de Luc Besson, en blanco y negro, con personajes incapaces de dialogar y tratando de sobrevivir en un mundo post-apocalíptico, uno de ellos fue interpretado por Jean Reno (entonces desconocido, quien llegó a ser Enzo Molinari en Azul profundo y el inolvidable Léon en El profesional, las dos dirigidas por el mismo Besson). La jetée también fue la inspiración para Doce monos de Terry Gilliam, quien había ya descrito en Brazil un mundo futuro burocrático y totalitario muy cercano al de 1984 de George Orwell y al del Proceso de Franz Kafka, llevado a la pantalla por Orson Welles.

Antes de Ciudadano Kane, Welles ya había alcanzado la fama a los veintitrés años al adaptar para radio el clásico La guerra de los mundos (1898), de H.G. Wells. Es conocido que en aquel momento los radioescuchas se asustaron pensando que la invasión extraterrestre era real. Esta novela ha sido la base para numerosas adaptaciones, la última en 2005 por Spielberg, anunciando el regreso del cine catástrofe.

Al contrario de la distopía que presenta generalmente una crítica indirecta a la sociedad, el cine catástrofe ha sido utilizado por los gobernantes para generar temores inconcientes y reforzar una política de miedo. Las películas que retratan un peligro extraterrestre empezaron a ser muy populares en los años 50, al principio de la Guerra Fría, cuando el gobierno trataba de asociar en la mente de los ciudadanos las invasiones extraterrestres a la amenaza comunista. Algunos ejemplos de este género en los últimos años son Armageddon, El Día de la Independencia, Cloverfield, El día después de mañana o 2012. Sin embargo, el 11 de septiembre de 2001, la realidad superó a la ficción y todos los miedos de los estadounidenses y del mundo occidental se orientaron hacia el terrorismo islamista.

En 1971, la novela de Burgess, La naranja mecánica, se convirtió en película de culto. El director, Stanley Kubrick, representa a la sociedad británica del año 1995, reflexionando sobre la naturaleza de la violencia humana, la entidad familiar descompuesta, la hipocresía de los gobernantes, la manipulación por parte de los medios de comunicación, la represión y la rehabilitación forzada, temas que hoy en día siguen al centro de los debates. Alex, el jefe de la pandilla en el filme, no es presentado como la escoria a disciplinar, sino como el fruto y la víctima de una sociedad controladora.

Las utopías pueden orientar, dar esperanzas y enseñar valores, pero su interés narrativo es limitado. Las distopías ofrecen, al contrario, un sinfín de posibilidades en cuanto a historias, personajes y mundos fantasmagóricos, donde se vuelven realidad las perspectivas más pesimistas y los miedos más grandes de la humanidad: guerra nuclear, terrorismo biológico, escasez de agua y alimentos, sobrepoblación, experimentos genéticos, control de los pensamientos por la tecnología, estados totalitarios y hasta invasiones extraterrestres. No sorprende ver en cartelera tantas cintas de este género, ya que aunque estos guiones de pesadilla se vuelven cada día más factibles, parece que al espectador le gusta apaciguar sus miedos comprobando en la pantalla que todavía no hemos llegado al peor de los mundos.


Publicado en Letras de Cambio el 12 de diciembre 2010

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